23 marzo 2009

Rafael Pérez Castillo, desde Ayamonte, nos ofrece el colorido cofrade del inminente Domingo de Ramos, con advocaciones: la Mulita, del Amor y Salud.

Ángel León/Rafael Pérez Castillo/DonaldPress

Una semana más dentro de esta singular Cuaresma que estamos viviendo este año, desde la bella localidad de Ayamonte (Huelva) de la mano de este gran cofrade y entendido donde los haya, Rafael Pérez Castillo que, en esta ocasión nos pinta con toda claridad y calidad, los “Colores cofrades” del inminente Domingo de Ramos, ofreciéndonos sin duda alguna, una información tan nítida y con tantos lujos de detalles que, tras leerlas nos entran ganas de hacer una reserva en Ayamonte, para vivirlo en primera persona y poder contemplar y vivir la grandeza de esta Semana Santa, donde veremos pasos con imágenes muy bonitas y también disfrutaremos de la buena gastronomía al gusto de cada cofrade y visitante. Hoy nos habla del Domingo de Ramos en Ayamonte. Prestémosle el máximo de atención a cuanto sigue.

ROJO Y BLANCO EN LA MAÑANA,
BLANCO Y CELESTE DE LA NOCHE.

El Domingo de Ramos, en Ayamonte, es un calidoscopio en el que hay que saber leer e interpretar el lienzo sobre el que se dibuja una página tierna que, en su anverso matinal, está escrita con tintas de sonrisas, hasta el extremo que el pueblo entero engaña al foráneo al serle difícil de comprender que lo que ven sus ojos es ya un primer capítulo de la Pasión y muerte de Cristo.
Al color del alba, a ese rubor celeste de amanecida que tiene el pueblo despertando por el pinar de levante, difuminado con el verdor de las acículas que atraviesan y ensartan las gotas del rocío, cada casa pone hoy en las calles, el rojo de la herida y el blanco de novia, para revestir a los seres más queridos de las familias.
¡Va a salir el Señor de la Mulita!



La torre de la Parroquia de las Angustias, en su repique, se alarga más a los cielos y, hoy periscopio de la fe, está escudriñando en la Gloria, copiando ambiente festivo para Ayamonte. Vibra la ciudad y las primeras volutas de incienso ponen nube de emoción en los rostros de todos los padres ayamontinos que van presentando a sus hijos en el Templo. Los ramos de olivo orlan el camino de la penitencia pequeñita y convierten en un juego el inicio de nuestra Semana Santa, mostrando a todos una cara feliz de la Pasión.
Las estampas más serias hay que buscarlas en el penitente, casi de pecho, que reclina su cabecita sin capirucho en el hombro de su mamá, o en aquel otro que acompasado con la música, entona su particular rabieta.
Dos centenares de las auténticas promesas de Ayamonte medianamente ordenados, arrastrando la palma o ayudado a llevarla, van envueltos en los primeros colores de la Pasión ayamontina: túnica blanca y capa roja, entre la que hay que hurgar, con el cariño de una madre, para encontrar al “penitente”, han vestido al futuro cofrade en esta mañana.
Los lugares recomendados están en la misma fila, junto a la madre que se acuclilla y limpia – calentita aún – la lágrima infantil del cansancio. Los lugares recomendados pertenecen a una cosecha ancestral que se aventa en la Plaza de la Laguna y en el Paseo de la Ribera, en medio del color mentolado de sus palmeras. Pasará el Señor Triunfante de Salvador Castillejos por la Tribuna Oficial, y ya lo viene haciendo desde 1943. Será entonces cuando lo agotador de la “penitencia” estropee las líneas rectas de la formación de los penitentes, y el Señor de la Mulita, vaya regresando a su Templo. Allí un año en el silencio y la espera de nuevos brotes de olivo, y otros penitentes traídos por el tiempo, que se van insertando en las filas interminables de un cortejo para siempre.
No estarán cerradas por mucho tiempo las puertas de la Parroquia de las Angustias.
El Domingo de Ramos de Ayamonte, rezumando fe, tradición y belleza, se desdobla en escenas de un imposible imitar. Desde 1974, la Cofradía tiene presencia en la tarde ayamontina con dos soberbias estampas recordatorias del sacrificio del Redentor: ¡Vaya advocaciones ¡ El Cristo del Amor y la Virgen de la Salud. Crucifixión y muerte que, detrás, se llora sin llanto.





Desde la fundación de esta Hermandad en 1918, y según se produjo, la Virgen de la Salud y el Señor de la Mulita procesionaron juntos hasta la llegada del Cristo del Amor. Entonces, la Hermandad es una y la Cofradía se hace dos. A la pueril manifestación matinal, se une la oración y la penitencia de la juventud de un pueblo que ha consolidado, con su esfuerzo y tesón, una manifestación pasional de un alto rango y colorido.
Sin la Cruz de guía, que abrió cortejo en la mañana, pero con la Cruz del Amor, que se reivindica y realiza en Ayamonte, las calles de la ciudad son una prolongación de Sacrificio e Iglesia.
El Cristo del Amor va sobre un paso caoba cuyo andar es propio del caminar de los ángeles. No se conoce al autor de este crucificado que se supone de bastante antigüedad y al que los estudios y valoraciones técnicas sitúan en el siglo XVIII.
También los hábitos de los penitentes han cambiado sus colores, llevando esta Cofradía dos interminables filas de hombres y mujeres – en estos momentos quizá la que más – revestidos de túnica blanca y capa y antifaz celestes.



La Virgen, de palio azul, camina envuelta en todas las miradas de Ayamonte. Difícil es aventurarse a dar cifras que digan cuántas personas siguen al manto de esta preciosa imagen, obra de Salvador Castillejos, que tiene la particularidad de ser la única dolorosa ayamontina sin lágrimas. Por eso el pueblo hecho promesa es una piña que se las va ofreciendo en su desfilar por nuestras calles, mientras invoca de María la gracia virginal de su nombre, para que los hogares gocen de la salud que tanto se pide. Hay una salud humana, material, la que se resiste al deterioro y el horror de la enfermedad, que se va masticando en la procesión. Se detecta, entre las filas de cirios, un sosiego en la brisa, que va depositando los místicos brotes que se decantan de esa otra salud del creyente. Por esto cada Domingo de Ramos se celebra en Ayamonte el Renacimiento de la Vida que sustentan las dos coordenadas más sólidas en las que se puede apoyar el hombre: el Amor y la Salud.
El desfile se duerme y Cristo sonríe.
Rafael Pérez Castillo(180309) .

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